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“Sin propuestas, llenos de odio”: La estrategia de Sheinbaum vs oposición

“Sin propuestas, llenos de odio”: La estrategia de Sheinbaum vs oposición

Ante las críticas a su ambicioso plan de infraestructura, la presidenta Claudia Sheinbaum ha lanzado una dura contraofensiva discursiva, calificando a la oposición de «frustrada», «sin proyecto» y «llena de odio». Este enfoque convierte a los megaproyectos en un arma política para deslegitimar a sus adversarios.

El multimillonario Plan Nacional de Infraestructura 2025-2030 no es solo un proyecto de construcción; se ha convertido en el epicentro de una calculada estrategia de comunicación política por parte del gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum. La narrativa oficial busca, por un lado, posicionar estas obras como el máximo símbolo del progreso y, por otro, utilizar cualquier crítica como munición para descalificar y arrinconar a la oposición.

La presentación del plan ha estado cargada de un lenguaje aspiracional que busca conectar el concreto y el acero con ideales de justicia social. «Estamos construyendo conectividad, no solo caminos. Esta infraestructura une a las comunidades, fortalece la economía regional y nos permite avanzar hacia una movilidad más equitativa», expresó Sheinbaum durante un informe reciente.

El gobierno enmarca el programa no solo como una continuación de las obras del sexenio anterior, sino como una evolución con un enfoque social más profundo, destacando iniciativas como los «Caminos Artesanales» para comunidades indígenas y el programa «Bachetón» para la red libre de peaje. Esta narrativa presenta al gobierno como el único constructor del futuro del país.

Cuando se le cuestiona sobre las críticas de la oposición respecto a la viabilidad, costo o prioridades del plan, la respuesta de la presidenta es consistentemente despectiva y se centra en la supuesta falta de alternativas de sus adversarios.

«Sobre la oposición ya hasta me da risa. […] no hay una sola propuesta ni de obras de infraestructura, ni de proyectos, ni de ideas. Por eso están como están, porque realmente no representan una alternativa a nuestro país.» – Presidenta Claudia Sheinbaum.

En otra declaración, un vocero del partido oficialista reforzó esta línea: «La oposición está muy frustrada, es… cada vez les hacen menos caso el pueblo de México. […] no tienen proyecto ni nada que ofrecer a la gente».

Esta táctica es una maniobra política clásica: en lugar de debatir la sustancia de las críticas (como los riesgos de seguridad o los conflictos sociales ), se ataca la credibilidad y la visión de los críticos. El mensaje es claro: si no estás con el plan, estás en contra del progreso.

La retórica del oficialismo ha escalado a niveles de alta polarización. La presidenta Sheinbaum ha llegado a comparar a figuras de la oposición que buscan observación o intervención de organismos internacionales con traidores históricos de México.

«¿Cómo se le dice a aquel o a aquella que pide la intervención de otro país? Traidor a la patria. Están como Miramón en el siglo XIX, yendo a buscar un emperador que venga a gobernar a México», declaró en una conferencia de prensa.

Además, ha descrito el discurso de sus oponentes, especialmente en redes sociales, como un reflejo de su desesperación, afirmando que están «llenos de odio, de enojo» y que operan en un «circulito muy pequeño de odio».

Este lenguaje no busca el debate, sino la deslegitimación total, pintando a los opositores no como adversarios políticos con puntos de vista diferentes, sino como enemigos de la nación.

El Plan de Infraestructura se ha transformado así en un arma política de doble filo. Por un lado, se presenta como la prueba irrefutable del progreso y la visión del gobierno. Por otro, cualquier cuestionamiento al mismo se convierte en una supuesta prueba de la falta de patriotismo, la carencia de ideas y el resentimiento de la oposición. Esto crea una trampa política efectiva: oponerse a una carretera o a un tren es enmarcado como oponerse al futuro de México. Es una estrategia diseñada para consolidar a su base, marginar la disidencia y justificar el gasto masivo, independientemente de los méritos o riesgos reales de los proyectos. La verdadera historia no es sobre la construcción de obras, sino sobre cómo un proyecto de obra pública se ha convertido en una prueba de lealtad al poder.

La Verdad Yucatán

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